William Burroughs

Publicado en la Revista Informática Médica. Nº 6: 39-41. Buenos Aires. Argentina





William Burroughs

“La precisión en el campo de la verdad es un punto importante”

                                                                                                           William S. Burroughs

El trabajo abrumador y monótono inspiró a un joven oficinista de banco en 1882 para tratar de construir una máquina de sumar que fuera precisa,  rápida y fácil para operar.

Casi dos décadas de frustración y repetidos fracasos pasarían antes que William Seward Burroughs obtuviera logros en su lucha, pero su éxito sería solamente el comienzo en la vida de una compañía que ha evolucionado hasta ser un gigante de la industria de la computadora.

El primer norteamericano en ser considerado en estas referencias a la informática nació el 28 de enero de 1855 en Rochester, Nueva York, hijo de un mecánico sin mucho éxito. Su familia pronto se mudo a Lowell, Michigan. Se mudaron varios años más tarde a Auburn, Nueva York, y allí William asistió a la escuela pública, aunque nunca fue a la universidad. Para completar la educación de William, su padre le consiguió un empleo en un banco local como contador y tenedor de libros. Los padres de Burroughs habían determinado que su hijo no fuera mecánico.

William probó ser un trabajador incansable, sin embargo la naturaleza de su trabajo era tedioso y frecuentemente requerido para sumar, controlar y volver a controlar largas columnas con números hasta altas horas de la noche. Utilizaba la mitad de su tiempo en cuidarse de no cometer errores y un cuarto del mismo en encontrar los errores que se habían cometido.

Para un hombre joven de 25 años, no era una vida muy atrayente. El mundo, sin embargo, estaba atravesando un período muy excitante, y pronto estaría demandando que los millones de columnas de números en oficinas de todas partes serían sumadas más rápidamente como nunca antes había ocurrido. Los ferrocarriles transcontinentales transportaban mercadería y correo más y más rápidamente, y crearon la necesidad de centralizar los archivos y tener los datos a tiempo. El teléfono se incorporaba en todas las oficinas de los EE.UU. Y se reducía el tiempo disponible para preparar estados de cuenta y para buscar errores escondidos en los libros diarios de contabilidad.

El futuro pertenecería a los veloces y Burroughs incondicionalmente entró en la carrera contra el tiempo. Después de cinco largos años en el banco, él alzó su vista hacia las columnas de números y determinó hacer una contribución verdaderamente valiosa a la humanidad: una máquina de sumar que liberaría a los trabajadores del tedio del cálculo.

Fue en 1882 que la salud de Burroughs se había deteriorado por las largas y agotadoras horas de trabajo y su doctor le aconsejó un clima más cálido y una ocupación físicamente más activa. Se hicieron una casa nueva en St. Louis y su nuevo título fue de mecánico, no cumpliendo el temprano deseo de sus padres.

Como Burroughs conocía un poco de matemática, diseño y propiedades de materiales, visualizó que la maquinaria del taller le podría enseñar algunas lecciones valiosas que luego podría aplicar para conseguir su objetivo. En la Boyer Machine Co., pronto quedó claro que era un intuitivo y rápidamente adquirió un buena reputación sobre su habilidad especial y cuando un intrincado mecanismo necesitaba una reparación él usualmente era quien las hacía.

Joseph Boyer, el propietario del negocio, ocasionalmente observaba a Burroughs en su trabajo. Entre otras cosas,  hizo una jaula para gallinas plegables. Un dispositivo que podía ser plegado y almacenado cuando no estaba en uso. Tal fue la sorpresa para Boyer que una vez alguien lo consultó buscando un ayudante y le contestó que no le podía decir donde conseguir un hombre eficaz pero que él había encontrado un muchacho que se destacaba sobre el resto.

Además de su trabajo regular, Burroughs comúnmente utilizaba sus atardeceres y sus noches en diseñar sobre el papel la máquina que él esperaba construir. Su sueño era construir una máquina que pudiera registrar cuentas en el papel, sumar números y llevar un total progresivo, de tal manera que en cualquier momento se pudiera apretar una tecla y tener el total hasta ese momento.

Tomando prestados algunos conceptos de la máquina grabadora y sumadora que para entonces había desarrollado Dorr Eugene Felt, Burroughs esperaba mejorar esta excelente y práctica máquina. De lo único que carecía era de dinero. Burroughs entró en contacto con alguien que estaba interesado y le ayudó aportando algo de capital. Esa persona era un comerciante de artículos,  Thomas Metcalf, a quien Burroughs había reparado alguna de sus máquinas. En pocas semanas Burroughs y un amigo habían ganado $ 700, lo cual le permitió el lujo de obtener los materiales que necesitaba.

Aunque dibujó sus primeros planos de la máquina en papel, las fluctuaciones que a causa del tiempo sufría el papel le hacían perder las precisiones de los mismos. Entonces Burroughs comenzó a hacer sus dibujos con la punta de una aguja en hojas de cobre pulidas. Como esto le producía una gran fatiga en la vista, comenzó a hacer sus dibujos en  planchas de zinc pulido que ennegrecía con una substancia química. Las líneas blancas que se dibujaban sobre el negro probaron ser un método factible y preciso.

El éxito no le iba a llegar fácilmente a Burroughs. El primer modelo de su máquina terminada en 1884 fracasó. Pero no se desanimó y continuó trabajando tercamente a veces hasta 48 hs sin parar y pronto produjo un segundo modelo. Aunque este modelo también falló, Burroughs en 1885 patentó su máquina y al año siguiente en el estado de Missouri fue formada la American Arithmometer Co. La compañía fue constituida por cuatro partes iguales entre Burroughs, Metcalf y los inversionistas R. M. Scruggs y W. R. Pye. Metcalf fue elegido presidente, Burroughs vice-presidente y Scruggs era el tesorero.

Hacia 1888 con más mejoras hechas Burroughs ya estaba casi listo para ponerse a producir su máquina. Para ese entonces sentía la presión de los accionistas y cometió el error de empezar a fabricarla antes de que el diseño fuera perfecto. En 1890 el primer grupo de máquinas era comprada por la gente de negocios. Cuando los informes de su funcionamiento comenzaron a llegar ellos eran malos y la empresa tuvo que tomar las 50 máquinas que había vendido. El problema radicaba en el cigüeñal principal de la máquina. Para que los números se sumaran correctamente, la palanca debía ser sostenida hacia adelante y luego soltada con un suave movimiento.

Nunca dispuesto a abandonar, Burroughs se encerró en su taller durante 72 hs y salió de él sólo cuando sintió que había perfeccionado el mecanismo que no funcionaba y que podría garantizar una ejecución consistente de la máquina, independientemente de como se accionara la palanca. Su gobernador automático,  que llamó “dash pot”,  fue un trozo de metal relleno con aceite el cual podía regular el movimiento de la palanca.

En cuanto a la teoría sobre la cual la máquina había sido diseñada, Burroughs estaba trabajando en una era en la cual las máquinas de tecla eran deseables, siguiendo el desarrollo de las máquinas de escribir del año 1870. Su diseño sin embargo llevó a que la máquina no fuera manejada por teclas, pero sí por una palanca separada. Los números se introducían desde un teclado, estas teclas eran apretadas y quedaban en una posición abajo para que el operador supiera que número había introducido. Luego cuando tiraba de la palanca el número era sumado y el resultado registrado e inclusive podía ser impreso. Uno de los mayores problemas que ocurrían era cuando se quería añadir 1 a 999.999. Este fue un tropiezo con el cual se encontraron muchos inventores de calculadoras. Pero Burroughs resolvió el problema haciendo una columna separada de teclas idénticas para cada lugar de decimal,  aunque una máquina más compacta podría haber sido construida utilizando un teclado de 10 teclas. Sin embargo el teclado más pequeño sería vulnerable a errores como por ejemplo apretar una tecla dos veces.

Después de siete años de constante y penoso trabajo y de haber gastado u$s 300.000, Burroughs había perfeccionado la máquina que siempre pensó como posible. Y como para cerrar esta larga y frustrante etapa un día cometió un acto por el cual es más famoso que por su inventiva. Entró en el primer piso donde estaban guardadas las 50 máquinas que habían fallado, abrió la ventana y las arrojó por la misma quedando transformadas en piezas sueltas. Con el último de los ruidos que esto producía, Boyer entró en la habitación. “Allí”, dijo Burroughs, “he terminado con el último de mis problemas”. Aunque esta acción dramática fue indudablemente satisfactoria, Burroughs descubrió luego que sus problemas no se habían ido del todo. Todavía tenía que vender su perfeccionada máquina de sumar.

Sin embargo Burroughs sabía que no podía esperar ventas espectaculares. Se había hecho la idea que 8.000 máquinas (una a cada banco en EE.UU.) iban a saturar el mercado. En los primeros años vendió las máquinas a un promedio de una por semana. Las primeras campañas de promoción eran de lo mejor. Un representante de Burroughs en Albany, Nueva York, se dice que se evaporaba en el aire junto con su máquina de demostración. Consultado cómo iban las ventas, el representante dijo públicamente que excelente. No había bar en kilómetros a la redonda donde él había estado que no hubiera ganado una apuesta de una bebida jugando a favor de la precisión de la máquina.

En 1895 los tres mejores vendedores de la empresa se sentaron y se dividieron la nación entre ellos en territorios de aproximadamente un millón de kilómetros cuadrados para recorrer por semana y vender máquinas de a una y con una pequeña ganancia a un precio de venta de u$s 475. Se creía difícil, pero las nuevas normas de ventas fueron exitosas y al año las ventas estaban en más de 400 máquinas y a los dos años habían pasado las 700.

Con su sueño realizado, Burroughs se retiró a Citronelle, Alabama, donde falleció el 14 de setiembre de 1898 luego de una larga lucha contra la tuberculosis a los 41 años de edad. Sobre su tumba, que es un monumento, dice: “Erigida por sus socios, como un tributo a su genio”.

 

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