Blas Pascal

Publicado en la Revista Informática Médica. Vol 1 Nº 2: 33-37. Buenos Aires. Argentina

 




Blas Pascal

            “La verdad es tan oscura en estos tiempos y la mentira tan establecida que a menos que amemos la verdad, no podremos llegar a conocerla”. Blas Pascal  en Pensamientos.

Bajo la sombra de una larga guerra nació el hombre que pudo exitosamente diseñar y construir la primera máquina automática de calcular, el primer pequeño paso hacia la computadora digital electrónica de nuestros días.

El año era 1623 y la guerra era la de los Treinta Años (1618-1648) peleada entre los recientemente declarados Protestantes y los Católicos Romanos. Estamos en su 5° año, el conflicto bíblico duraría otro cuarto de siglo después del nacimiento de Blas Pascal, el científico y filósofo francés cuya contribución a las matemáticas y a la filosofía iban a influir al mundo mucho más lejos que la guerra que encontró en su nacimiento.

Reconocido hoy en día como uno de los más eminentes físico y matemático de su tiempo, habiendo desarrollado la teoría de las probabilidades, así también como uno de los grandes escritores místicos de la Literatura Cristiana, Pascal es mejor conocido para los modernos procesadores de datos como el desarrollador del primer calculador.

Blas Pascal nació en Clermont-Ferrand el 19 de junio de 1623, pertenecía a una familia noble de Auvernia y fue uno de los tres hijos sobrevivientes de Esteban Pascal, el prominente presidente de la Administración de Hacienda en Montferrand, y su esposa, Antonieta Begone, una mujer distinguida por su talento y virtudes. El abuelo de Blas, Martín Pascal había sido Tesorero de Francia.

Mientras la posición social de Blas Pascal estaba asegurada por su nacimiento, su salud y supervivencia no lo estaban. Al año de edad tuvo una seria enfermedad que pudo ser tuberculosis que le reportó muchos sufrimientos y  problemas emocionales. Los médicos encontraron que cuando veía el agua le hacía tener un comportamiento anormal y se decía que tenía rabietas y berrinches cuando estaba con su padre y su madre juntos.

Cuando Blas tenía cuatro años su madre falleció dejando a su esposo solo y desconsolado. Esteban Pascal reaccionó retornando a su trabajo y gradualmente asumió la responsabilidad de la educación de sus hijos. En 1631, Esteban vendió su puesto a su hermano y convirtió muchas de sus propiedades en bonos del gobierno y se mudó a París con su hijo y sus dos hijas, allí continuó sus estudios y esto le permitió a Blas seguir desarrollando su talento en física y en matemática. Bajo la tutela de su padre, un talentoso matemático en todo su sentido, Blas fue aprendiendo el propósito de los hechos y su valor ante los procedimientos.

Mostrando su genio muy tempranamente, Blas Pascal a los 11 años conducía experimentos y escribió un trabajo sobre la cesación de los sonidos cuando el objeto que vibra es tocado. Mientras su curiosidad natural de niño lo llevaba al tema de la geometría su padre lo introdujo en el estudio del griego y del latín. Esteban Pascal fue más lejos y guardó sus textos de matemática y le pidió a sus amigos que no hablaran de matemática en presencia de su hijo. Sin embargo Blas hizo una definición de la geometría como la ciencia de hacer verdaderos diagramas y encontrar las proporciones entre ellos. Armado solo con esta definición, Blas comenzó dibujando círculos y líneas y escribió observaciones sobre sus relaciones. Sin el beneficio de un maestro, el joven Blas descubrió por sí mismo los axiomas básicos de la geometría. Todavía sin un maestro, Blas fue más allá  y probó la 32° proposición de Euclides que dice que la suma de los ángulos internos de un triángulo es igual a dos ángulos rectos. Su talento natural no pudo ser ignorado durante mucho tiempo. Abrumado, su padre rápidamente empezó a ilustrar a su hijo en los misterios de la geometría.

Así, el desarrollo intelectual de Blas alcanzó rápidamente grandes alturas, a los 12 años fue designado en una comisión para juzgar los procedimientos para determinar las longitudes.

En el mismo año descubrió un error en la geometría de René Descartes. A los 13 años fue introducido en la sociedad de la Libre Academia, yendo semanalmente a observar a los brillantes intelectuales franceses de esos días.

Cuando Blas tenía 16 años las circunstancias familiares cambiaron fatídicamente y fue lo que permitió que desarrollara el calculador automático. Los bonos del gobierno en los cuales Esteban Pascal había invertido gran parte de su fortuna repentinamente perdieron valor debido a que el gobierno francés bajó su cotización para recomprarlos. El resultado financiero de esta pérdida hizo que la familia Pascal abandonara precipitadamente París y se trasladara a Auvernia por haberse atribuido erróneamente un carácter sedicioso a ciertas reuniones a las que Esteban Pascal concurría por asuntos meramente económicos. Richelieu, convencido de su inocencia, lo indultó y al poco tiempo fue nombrado Comisionado en el Servicio de Impuestos de la Alta Normandía, con residencia en Ruán.

Estas circunstancias no impidieron que a los 16 años Blas formulara uno de los teoremas básicos de la geometría proyectiva conocido como el Teorema de Pascal (en todo hexágono circunscrito las rectas que unen los tres pares de vértices opuestos pasan por un punto) y que describió en su “Tratado de las secciones cónicas” en 1639. Descartes, a quien el padre Mersenne había comunicado un extracto de la obra, negó que el mismo pudiera ser de un adolescente.

En Ruán, Esteban Pascal realizaba una tarea que necesitaba efectuar monumentales cálculos aritméticos. Mientras Blas estaba preparando un escrito sobre un conciso estudio matemático, su padre era ahora constantemente requerido en el penoso trabajo de totalizar interminables columnas de números. La situación le brindó al joven Blas la posibilidad de considerar como resolver el problema y rápidamente vio la necesidad y las posibilidades de una máquina de calcular.

A los 25 años, en 1648, probó por experimentación que el nivel de la columna de mercurio en un barómetro es determinado por el aumento o la disminución de la presión atmosférica, llegando a determinar el absurdo del principio que la Naturaleza tiene horror al vacío y señalando como única causa la presión del aire. Este descubrimiento verificó la hipótesis del físico italiano Evangelista Torricelli con respecto al efecto de la presión atmosférica en el equilibrio de los líquidos. Seis años más tarde junto al matemático francés Pierre de Fermat, formularon trabajos sobre la teoría matemática de las probabilidades, un hecho muy importante en campos como la estadística, la matemática, y la moderna física teórica. Otras importantes contribuciones científicas incluyen la Ley de Pascal por medio de la cual demuestra que los fluidos transmiten las presiones en forma igual en todas las direcciones; y sus investigaciones en números infinitesimales. Su metodología reflejó su énfasis en la experimentación empírica como opuesta a la analítica y sostenía que el progreso humano es perpetuado por la acumulación de los descubrimientos científicos resultantes de esas experimentaciones.

A pesar que un número de hombres antes que él  intentaron hacer un calculador, algunos no llegaron más allá que un escrito y en otros casos sucedió que sus productos fueron destruidos por la Naturaleza o por la naturaleza humana. En 1642 cuando Blas Pascal tenía solo 19 años formuló el concepto en su mente y lo elaboró y reelaboró en varios modelos a su calculador hasta cerca de sus 30 años, cuando dejó aturdida a toda Europa con su  modelo automático perfecto de un calculador mecánico.

La “pascalina”, esencialmente similar a las máquinas de calcular que todavía se usaban pocas décadas atrás, disponía los dígitos en un número determinado de ruedas. Cuando cada rueda hacía una vuelta completa, podía hacer girar a la rueda vecina 1/10 de vuelta, totalizando en consecuencia cada dígito que contaba. En la parte superior de la caja había una serie de ventanas a través de las cuales los totales podían ser leídos. A pesar que la máquina incorporó ocho diales movibles correspondientes al sistema de moneda francés de aquella época ignorando las 2 perillas del extremo derecho, también se podían hacer cálculos en el sistema decimal.

Por ejemplo para sumar 236 más 422, uno debía primero girar todas las perillas hasta que los ceros aparecieran en todas las ventanas. Usando el sistema decimal (empezando desde la tercer perilla desde la derecha), el usuario insertaba una aguja en la ranura marcada 6, para unidades. El dial rotaba entonces en el sentido de las agujas del reloj hasta que la aguja era detenida por una barra, como en el disco del teléfono. El siguiente dial sobre la izquierda, para las decenas, era girado hasta 3 hasta que paraba. Finalmente el siguiente dial a la izquierda, representando las centenas, era girado hasta el 2. En este momento el número 236 aparece en las ventanas leyéndolo de izquierda a derecha. El 422 podía ser sumado repitiendo el mismo proceso y en la ventana podíamos leer el total: 658.

Para restar una regla de metal plana era colocada justo arriba de las ventanas, dejando al descubierto un segundo set de ventanas que eran extensiones del primer set. Para restar el número 1 de 3, el usuario llevaba el dial hasta que el 3 aparecía en la ventana. Después discaba 1. El resultado, 2, automáticamente aparecía en el indicador.

La “pascalina” comenzó a tener buenos resultados después que más de 50 modelos fueron construidos, algunos hechos en madera, otros en marfil, en ébano y cobre. Por lo menos 10 de estos aparatos se conocen que existen todavía en nuestros días. Conectando varillas, cintas de metal planas y curvas, cadenas, ruedas cónicas concéntricas y excéntricas, todos estos elementos usados según las distintas alternativas, con un resultado final de una caja liviana y bien presentada de 50 x 15 x 10 cm.

La máquina, que podía sumar y restar solamente, estaba basada en precisos engranajes interconectados. El mecanismo más dificultoso que incorporó fue uno que consistía en una  cremallera que comunicaba una revolución de una rueda al movimiento de un dígito en la rueda del siguiente orden superior. La hermana de Blas describió que el concepto de cremalleras era la base sobre la cual la máquina de calcular debía ser construida. Sus palabras fueron ciertas durante más de 300 años.

Deseándolo o no, este logro de Pascal asombró a toda Europa y ganó grandes aclamaciones por su invento. Sin embargo la gran riqueza que él y su padre pensaron que podían obtener nunca llegaron. Después de muchos años y a pesar de las grandes cantidades de dinero que fueron gastados en el desarrollo del calculador, además de una amplia campaña de avisos sobre su finalización, fue un completo fracaso en el mundo de los negocios.      

Pascal había hecho la máquina extremadamente simple para operar pero los potenciales compradores pensaron que era muy complicada y que podía ser reparada sólo por Pascal. Además, muchos declamaron que el trabajo humano era todavía más barato que el calculador que lo podía reemplazar.

Más allá de estas consideraciones, la máquina  sufría de carencias para una acción netamente positiva. Las ruedas podían ser colocadas con error en las posiciones de los dígitos rindiendo menos para un cálculo completamente seguro. Había también un elemento de temor, similar a la ansiedad expresada hoy sobre las computadoras: podía dejar sin empleo a los tenedores de libros (contadores) y a otros tipos de oficinistas. Esta pregunta que no tuvo respuesta en la época de Pascal y a pesar que la máquina fue alabada en prosa y en verso, no fue comprada con avidez.

Mientras la riqueza no llegaba al invento de la “pascalina”, su nombre tomó forma fuera del mundo de los intelectuales y en la conciencia de todo el mundo. Un mundo al que Pascal pronto renunciaría. A la edad de 30 años con muchos logros científicos obtenidos, fue tratado con un gran desprecio y un intolerable disgusto por mucha gente. Por eso él instruyó a su familia a que mirara sus intereses científicos como juegos y diversiones de su juventud.

Pascal dedicó sus últimos 9 años de vida a Dios. En 1654 entró en la comunidad Jansenística de Port Royal donde tuvo una vida rigurosamente ascética hasta su muerte, ocho años más tarde. Escribió prolíficamente sobre temas espirituales y retornó a la ciencia solo brevemente para distraer su mente de un intenso dolor de dientes, una de las tantas enfermedades crónicas que tuvo por más de una década. En una oportunidad durante 8 días Pascal se concentró exclusivamente en las matemáticas y tuvo éxito en resolver muchos de los problemas alrededor de la geometría del cicloide.

En 1656 escribió la famosa “Cartas Provinciales” en el cual atacaba a los jesuitas por tratar de reconciliar a los naturalistas del Siglo XVI con los Católicos Romanos. Su declaración religiosa más positiva apareció póstumamente. Esta fue publicada en 1670 como “Apología de la Religión Cristiana”. En esos fragmentos, que más tarde fueron incorporados a un trabajo mayor, explicó las alternativas de la salvación potencial y de la condenación eterna, con la indicación de que solamente por la conversión al Jansenismo esa salvación podía ser lograda. Pascal afirmó que aunque la salvación fuera lograda o no, el destino último de la Humanidad era el de una vida venidera perteneciendo a un reino sobrenatural que solamente puede ser conocido intuitivamente. Su trabajo final “Pensamientos en Religión”, también publicado en 1670, es un tratado donde Pascal explica y justifica las dificultades de la vida humana por la doctrina del pecado original y él entiende que la revelación puede ser solamente comprendida por la fe. Su conclusión es que el valor de la felicidad eterna es infinito y que aunque la probabilidad de ganar esa felicidad por la religión fuera pequeña, es infinitamente mayor la posibilidad de obtenerla por la religión que por cualquier otro aspecto de la vida humana.

En 1658 su salud se estaba deteriorando. Sin embargo él continuaba escribiendo o dictando sus observaciones religiosas. Nunca más retornó a las matemáticas. El 19 de agosto de 1662, a los 39 años, Blas Pascal falleció de una hemorragia cerebral.

El gran matemático que utilizó su talento en diferenciar lo que él observó como un propósito real en su vida, pronunció sus últimas palabras: “Dios nunca me abandones”.


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